


«Les Fleurs du Mal» ha ocultado un poco el hecho de que Baudelaire era crítico de arte. Fue en calidad de tal como juzgó y celebró la obra de Delacroix, aunque hablara de ella como poeta. La obra del gran pintor romántico se presenta a través de los ojos de Baudelaire, cuyas propias palabras sirven de comentario. Baudelaire y Delacroix son de la misma familia espiritual; es el mismo mundo de la imaginación el que ambos retratan, un mundo muy romántico donde la fatalidad está siempre presente y que refleja el dolor eterno. Junto con Baudelaire, Delacroix nos hace viajar por un mundo de violencia y de sangre, donde la garra de la fiera responde a la espada y al puñal, donde los rostros humanos imbuidos de una tristeza insondable parecen encerrar un secreto misterioso.